Caminan los relojes en un andar lento y pesado. Se impregna el tiempo del rubor de mi cara cuando te recuerdo mirándome y es deseo, recuerdo y plan a la vez. Siento de ti necesidad.
Se tiñe mi sonrisa de la eterna tontería del adolescente, como si de una primera vez se tratara y yo pienso, no me engaño, que así es.
Que no deseo otra cosa que tus ojos en los míos, tu mano en mi espalda, desprendiendo calor, encendiendo mi alma, y darte lo que soy, lo que seré, haciendo el amor en su esencia más pura.
Y no hay rocas en este camino.
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2 comentarios:
El amor no existe. Pero te recomiendo que repartas tu cariño. Eso contribuye a mantener un nivel constante de endorfinas.
rocas no hay... pero ya nos encargamos nosotros mismos de poner piedrecitas en el camino... somos como somos...
suerte...
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