miércoles, 27 de febrero de 2008

La tacita de plata




Cádiz despunta y rompe las aguas con la tranquilidad de quien se sabe hermosa.
Se inunda mi alma...


Silencios cómodos donde hablan los ojos

Risas incontenidas que nos contienen

Comidas olvidadas pero compensadas

Nubes veloces en cielos despejados

Discusiones falsas en restaurantes originales

Caprichos en forma de cucurucho

Despertar para seguir soñando

Besos de chocolate



Y seguiremos construyendo...


domingo, 24 de febrero de 2008

Te siento...


... aunque haya 1200 razones para no sentirlo.


lunes, 18 de febrero de 2008

De (re)movimientos

Es curiosa la vida.
Ya no sólo porque de vez en cuando te encuentres en una situación y pienses "uy, esto ya lo he vivido" , como un deja vu situacional, sino porque todo llega. Y llega en su momento, el adecuado, el justo.
Si hace 2 años y medio me hubieran explicado este fin de semana, habría llorado de alegría en lugar de derramar todas aquellas lágrimas desesperadas.
Hay cosas que nunca suceden, sueños flotantes en las nubes de nuestra mente y nuestro corazón, sueños que sabemos irrealizables pero en los que nunca dejamos de depositar esperanza, como un "y si..." que alimenta nuestra alma más allá de la rutina a la que nos presentamos cada día. A veces, es realmente mejor que no sucedan y otras veces habría sido mejor que nunca hubieran sucedido. Como sueños que son, se trata de retazos inconexos con nuestra situación vital y que, por diferentes, no encajarían con nuestra realidad externa o con nuestra realidad como persona.
Mi conclusión no puede ser más fácil: las cosas suceden cuando tienen que suceder. Quizás nunca se de esa conjunción de factores que provoque las cosas, o quizás se dan pero te pillan "pasado de rosca", ya ese sueño pasó, esa oportunidad que deseaste con todas tus fuerzas en aquel minuto pasa por tu lado y ni la miras porque ese "yo" que eres ahora no coincide nada con ella a pesar de que forma parte del yo que fuiste.
En ínfimas ocasiones, el sueño de antaño aparece y te apetece, y lo asumes, y lo integras en tu vida y lo disfrutas y cuando estás metido en él, en su vorágine de sentimientos, te paras a reflexionar un momento dándote cuenta de que ese anhelo que tenías hacía un tiempo se ha dado, que lo estás viviendo, que está pasando. Te parece increíble. Y es en esa fugaz lucidez que sientes miedo, miedo ante lo grande que es que se cumplan los sueños.
Mi sueño ha llegado dos años y medio más tarde de que mi corazón lo forjara: Ha llegado un poco premeditadamente y un poco por sorpresa, pero, sea como sea, me ha encontrado perfecta, con la capacidad de cogerlo, abrazarlo y mecerlo a mi son, como una madre adormece al retoño cuando ya conoce qué ritmo lo apaga mejor. No considero vanidoso decir que me ha encontrado madura, preparada para asumir los actos y las consecuencias, las posibilidades y las incidencias, los sentimientos y los pensamientos que se deriven.
Sólo cuando estamos preparados para ellos, los sueños se materializan. Todo lo que se nos presente a destiempo, está condenado a soñarse por siempre.
Pero yo, y quizás sea sólo por esta vez, no pienso dormirme.

miércoles, 6 de febrero de 2008

6:30 h.

Sitges amanece. Perezosamente despierta de su Carnaval y abre los ojos arrullada por el sonido de las olas, que acarician sus orillas.

Silencio...

Una bailarina demasiado ancha de espaldas camina por el paseo marítimo y esquiva con paso torpe los restos de una fiesta acallada por el paso de las horas. Miles de pedazos de papel ocultan el asfalto a la vista de los madrugadores, aunque poco a poco ocupan su lugar en los montones que el servicio de limpieza prepara sin demasiada dedicación.

Una estrella se resiste a desaparecer y se esfuerza por destacar en un azul cada vez más claro. La vista es sobrecogedora y me sumo a ella cerrando brevemente los ojos. Un estremecimiento me recuerda que hace frío al lado de la playa y me encojo un poco bajo mi pijama.

Mi cámara hecha humo, la someto a un trabajo continuo intentando capturar ese momento. Por un momento, me miro desde fuera y me digo 'qué estás haciendo?'. Dejo la cámara y contemplo el paisaje, lo hermoso que se ve sin una lente intermedia.

Cuántos esfuerzos por provocar momentos, cuánto anhelo de que lleguen, cuántos intentos por retenerlos en la memoria... y todo esto nos impide disfrutarlos. Nos perdemos los momentos intentando retenerlos, tendremos la mejor fotografía pero quizás apenas recordaremos el momento en que estuvimos allí, ni siquiera habremos dado la oportunidad de que nos inspiren sentimientos. ¿Cuando aprenderemos a saborear las cosas en el momento en que suceden y a no engullir la recreación posterior? ¿Cuándo aprenderé?

¿Cuándo dejará de dolerme tu imagen junto a la mía?

domingo, 3 de febrero de 2008

De nubes...

Esta noche, hoy, ahora... adoro mi vida.