miércoles, 6 de febrero de 2008

6:30 h.

Sitges amanece. Perezosamente despierta de su Carnaval y abre los ojos arrullada por el sonido de las olas, que acarician sus orillas.

Silencio...

Una bailarina demasiado ancha de espaldas camina por el paseo marítimo y esquiva con paso torpe los restos de una fiesta acallada por el paso de las horas. Miles de pedazos de papel ocultan el asfalto a la vista de los madrugadores, aunque poco a poco ocupan su lugar en los montones que el servicio de limpieza prepara sin demasiada dedicación.

Una estrella se resiste a desaparecer y se esfuerza por destacar en un azul cada vez más claro. La vista es sobrecogedora y me sumo a ella cerrando brevemente los ojos. Un estremecimiento me recuerda que hace frío al lado de la playa y me encojo un poco bajo mi pijama.

Mi cámara hecha humo, la someto a un trabajo continuo intentando capturar ese momento. Por un momento, me miro desde fuera y me digo 'qué estás haciendo?'. Dejo la cámara y contemplo el paisaje, lo hermoso que se ve sin una lente intermedia.

Cuántos esfuerzos por provocar momentos, cuánto anhelo de que lleguen, cuántos intentos por retenerlos en la memoria... y todo esto nos impide disfrutarlos. Nos perdemos los momentos intentando retenerlos, tendremos la mejor fotografía pero quizás apenas recordaremos el momento en que estuvimos allí, ni siquiera habremos dado la oportunidad de que nos inspiren sentimientos. ¿Cuando aprenderemos a saborear las cosas en el momento en que suceden y a no engullir la recreación posterior? ¿Cuándo aprenderé?

¿Cuándo dejará de dolerme tu imagen junto a la mía?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si te pierde la noche, dudo que seas capaz de aprender.

Ricard dijo...

¿Cuando aprenderemos a saborear las cosas en el momento en que suceden y a no engullir la recreación posterior?

Cuando olvidemos el pasado y entendamos que el futuro aun no existe...

Anónimo dijo...

El pasado no se olvida ni debe olvidarse. Se asimila y se integra.